En China, miles de personas son ejecutadas cada año. Sin posibilidad de solicitar un indulto y posiblemente, tras haber confesado bajo coacción. ¡Actúa!
Acto en solidaridad con Li Yan, condenada a muerte en China |
Cualquier cálculo de personas condenadas a muerte y ejecutadas en China es una mera aproximación: se trata de un secreto de Estado. La falta de estadísticas oficiales públicas sólo permite hacer cálculos muy por debajo del número real. En el pasado, tanto expertos como representantes oficiales han calculado que la cifra rondaba muchos miles y, aunque fuera cierta la afirmación de que el número de ejecuciones ha disminuido desde que el Tribunal Supremo Popular empezó a revisar todos los casos de pena de muerte en 2007, los cálculos seguirían estando en torno a varios miles. En China se llevan a cabo, sin duda, más ejecuciones que en el resto del mundo en su conjunto.
Además, la pena capital se aplica por una amplia variedad de motivos. Hasta 55 delitos están castigados con la muerte. Si bien en 2011, el gobierno eliminó la pena de muerte para 13 delitos, la realidad es que aún son muchos los delitos que se siguen castigando con la muerte, muchos de ellos no violentos, como el tráfico de drogas o algunos de índole económico.
Sin embargo, los elevados índices de sentencias de muerte y ejecuciones no son el único motivo de preocupación: ninguna persona es sometida a un juicio justo en el país asiático. Se dictan sentencias basadas en “confesiones” obtenidas mediante tortura y no existe un procedimiento que permita presentar solicitud de indulto. Además, la policía, los fiscales y los tribunales no son independientes: siguen sujetos a la supervisión del Partido Comunista Chino y por tanto a injerencias políticas; no existe la presunción de inocencia ni el acceso sin demora a representación letrada. Los propios funcionarios chinos han admitido que el problema de las “confesiones falsas” es generalizado. Por último, un dato sorprendente que ilustra la falta de imparcialidad en todos los juicios chinos es que el índice de sentencias condenatorias en el país sea prácticamente del cien por cien.
Es necesario que la muralla de silencio que oculta la realidad de la pena de muerte en China caiga de una vez.
Además, la pena capital se aplica por una amplia variedad de motivos. Hasta 55 delitos están castigados con la muerte. Si bien en 2011, el gobierno eliminó la pena de muerte para 13 delitos, la realidad es que aún son muchos los delitos que se siguen castigando con la muerte, muchos de ellos no violentos, como el tráfico de drogas o algunos de índole económico.
Sin embargo, los elevados índices de sentencias de muerte y ejecuciones no son el único motivo de preocupación: ninguna persona es sometida a un juicio justo en el país asiático. Se dictan sentencias basadas en “confesiones” obtenidas mediante tortura y no existe un procedimiento que permita presentar solicitud de indulto. Además, la policía, los fiscales y los tribunales no son independientes: siguen sujetos a la supervisión del Partido Comunista Chino y por tanto a injerencias políticas; no existe la presunción de inocencia ni el acceso sin demora a representación letrada. Los propios funcionarios chinos han admitido que el problema de las “confesiones falsas” es generalizado. Por último, un dato sorprendente que ilustra la falta de imparcialidad en todos los juicios chinos es que el índice de sentencias condenatorias en el país sea prácticamente del cien por cien.
Es necesario que la muralla de silencio que oculta la realidad de la pena de muerte en China caiga de una vez.
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